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29 Mar 202415:09

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‘Smart cities’: a la espera de más inversión público-privada y el cruce de datos para romper silos

26 Nov 2018 — 04:57
Daniel López
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Las ciudades inteligentes utilizarán la tecnología y los datos para tomar decisiones más acertadas y brindar una mayor calidad de vida a sus habitantes. En ese escenario, empresas y administraciones deberán innovar conjuntamente.

‘Smar cities’: a la espera de más inversión público-privada y el cruce de datos para romper silos

 

Presente y futuro son smart. La transformación digital hace años que impacta en las ciudades, cada vez más inteligentes, creando un escenario en el que los roles cambian y el ciudadano está en el centro de la diana. Son varios los expertos que coinciden en que el concepto no es novedoso, pero que queda mucho por hacer, y ahí asumirá relevancia la colaboración público-privada. De hecho, aunque las políticas formen parte del sector público, el 60% de la inversión inicial podría venir del capital privado, recoge McKinsey en su estudio Smart cities: How technology can deliver a better quality of life.

 

Los profesionales creen que el cambio de las ciudades debe ser un ejercicio de colaboración entre la Administración y las empresas. “El Estado acomete una buena parte de la inversión, puesto que las ciudades son elementos funcionales del territorio”, afirma Alberto Bernal, director de smart cities de Minsait, empresa de Indra especializada en transformación digital, a Kippel01.

 

“No obstante, el sector privado también realiza importantes inversiones en I+D y genera soluciones y productos capaces de dar respuesta a los retos a los que las ciudades se enfrentan a la hora de transformar sus servicios”, indica Bernal. “Al tratarse de un ecosistema tan amplio que abarca desde el territorio a las redes y sistemas de tecnología de la información (TI), la inversión es conjunta”, apunta.

 

 

 

 

Adolfo Borrero, consejero delegado de Aalto Consultores y presidente de la Comisión de Smart Cities en Ametic, también es partidario de la colaboración público-privada. “Donde se encuentra el gran avance es en los modelos de negocio en los que se implican las dos partes -asegura-; por ejemplo, se ve en el sector energético con los ahorros que se pueden producir con el uso de sistemas inteligentes de iluminación y de eficiencia energética”.

 

Borrero explica que el ayuntamiento tiene un presupuesto asignado para ese gasto, pero si una empresa invierte en tecnología se puede lograr un ahorro. “Este, a su vez, puede repagar la inversión privada”, argumenta el directivo. Estas iniciativas en las que el actor privado invierte y el público concesiona son modelos en los que las smart cities están siendo especialmente novedosas.

 

En ese aspecto, también cambian los roles. “Donde antes había una concesión tradicional, ahora hay mucha tecnología”, afirma Borrero. “A quién se le debe vender tecnología, aunque se tenga que prescribir al ayuntamiento, es a la concesionaria, con lo cual se da un cambio de paradigma en el modelo de negocio”, explica.

 

 

 

 

Sergio Koop, consultor de smart cities de Minsait, las concesionarias “se apoyarán en las soluciones digitales de las empresas tecnológicas para ser más eficientes a la hora de prestar sus servicios y aportar nuevas funcionalidades de valor para el usuario”. Para el experto, las inversiones que se realicen en conectividad entre objetos se rentabilizarán en poco tiempo.

 

Aunque no todo es tecnología. McKinsey remarca en su estudio que los líderes municipales se han dado cuenta de que las estrategias de ciudades inteligentes comienzan con las personas y no con la tecnología. En ese sentido, la consultora señala que la inteligencia no consiste sólo en instalar interfaces digitales en la infraestructura tradicional o en optimizar las operaciones de la ciudad, sino también en utilizar la tecnología y los datos para tomar mejores decisiones y brindar una mejor calidad de vida.

 

“El impacto en el ciudadano tiene que ser tangible y las actuaciones deben tener como objetivo mejorar los servicios dirigidos al mismo”, indica director de smart cities de Minsait. “Debe ser un ejercicio de colaboración en el que ciudadano, ayuntamiento, Estado y empresas aborden conjuntamente la creación de un escenario de innovación”, señala el experto.

 

 

 

 

Precisamente, la colaboración entre los diferentes actores implicados será clave para romper silos entre las distintas áreas que componen la ciudad. Existirá un escenario en el que habrá una explotación cruzada de datos, lo que permitirá optimizar el funcionamiento del entramado urbano y agilizar y economizar los procesos. La información se convertirá en un activo aún más importante de lo que es ya.

 

“Los datos no están bien explotados en general, sobre todo a la hora de correlacionar información”, afirma el consejero delegado de Aalto Consultores. “La información es una riqueza que sirve para la creación de savia nueva dentro de la ciudad y para la atracción de talento, algo que hacen muy bien Madrid, Barcelona o Málaga”, apunta Borrero.

 

Por tanto, tarea pendiente de las ciudades inteligentes: sacar jugo de los datos. “Es fundamental alcanzar estándares para facilitar la interoperabilidad entre aplicaciones y plataformas”, remarca. La compañía considera fundamental el uso de tecnología open source que permita crear un ecosistema digital y una comunidad que desarrolle conocimiento tanto en el ciudadano como en los profesionales de TI.

 

De acuerdo con las previsiones de la Unión Europea, hasta 2020 harán falta 900.000 nuevos puestos de trabajo tecnológicos. “La incorporación de la tecnología supone la automatización o robotización de ciertas actividades y el surgimiento de nuevas necesidades”, asegura Josep Palet, socio responsable de sector público de Deloitte. Para el experto, más que una pérdida del empleo en términos netos, se producirá una transición, reduciéndose la demanda de empleo de baja cualificación e incrementándose en empleos de alta cualificación ligados con la ciberseguridad, ingeniería de datos y expertos en derecho TIC, entre otros.

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