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Rafael Tamames (Findasense): “La tecnología avanza y las sociedades se asustan: todo se resume en la educación”

13 Sep 2018 — 04:53
A. Pijuán
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El cofundador de Findasense y autor del libro ¿Qué robot se ha llevado mi queso? considera que el Gobierno, la empresa y el ciudadano español son reacios al cambio tecnológico y que la educación es la clave para superar estas reticencias.

Rafael Tamames (Findasense): “La tecnología avanza y las sociedades se asustan: todo se resume en la educación”

 

Rafael Tamames es cofundador de Findasense y autor del libro ¿Qué robot se ha llevado mi queso?, en el que repasa los principales cambios tecnológicos y algunas de sus consecuencias. El directivo ha formado parte del consejo rector de Spain Startup y ha ejercido como profesor en The Valley Digital Business School, en la Escuela Superior de Negocios y Tecnologías y en el Instituto de la Economía Digital de Esic. Crítico con el sistema educativo actual, Tamemes considera que es necesario un cambio en España y que la educación es el principal escollo que impide esta transformación.

 

Pregunta: En su libro ¿Qué robot se ha llevado mi queso? describe a dos hombres en un laberinto: uno tiene miedo al cambio, y el otro está dispuesto a ello. Si el tejido empresarial español fuera uno de esos dos hombres, ¿cuál sería?

Respuesta: El primero. No le gusta cambiar, sin duda.

 

P.: ¿Y el Gobierno?

R.: El que no quiere cambiar, pero en versión XL.

 

P.: ¿Y el ciudadano?

R.: El ciudadano se parece mucho a la empresa, tampoco quiere cambiar mucho el status quo. Los tres actores se parecen bastante, pero por su reluctancia al cambio los ordenaría de más a menos por Gobierno, empresa y ciudadanos.

 

 

 

 

 

 

P.: ¿Entonces no hay espacio para el cambio?

R.: Históricamente somos un país conservador. Adolecemos de un sistema conservador en el que el mercado se fracciona cada vez más y la presencia del Estado está muy presente en la sociedad. No hay forma de que la persona pueda crecer.

 

P.: El proceso de transformación digital conlleva también la ruptura en diferentes ámbitos, como el laboral o el social. ¿Cuál le parece más relevante?

R.: La principal ruptura que estamos viviendo es la social. Hay mucha gente contraria al cambio, del mismo modo que ha ocurrido con cualquier cambio industrial o cultural, siempre hay fuerzas contrarias. Lo vemos en los propios cambios políticos. La ruptura también la sufren aquellos que directamente no pueden acceder al cambio.

 

P.: Hay quien considera que la brecha social será aún mayor con la automatización del empleo…

R.: La clave es la inversión en educación. Corea del Sur y Singapur no tienen petróleo ni turismo, pero han duplicado e incluso triplicado su inversión en educación. La proporción de robots por empleado es mayor, pero tienen tres veces menos paro. Lo que genera paro es que la gente no esté formada. El sistema educativo actual es lamentable. La brecha de competencia con países del primer mundo ya era fuerte, ahora los que están haciendo las cosas bien nos están comiendo la tostada.

 

 

 

 

 

 

P.: ¿Quién debería luchar por esta mejora educativa? ¿Los ciudadanos?

R.: Debería surgir de allí, pero es complicado. La gente va a la universidad pero luego no puede trabajar de lo que ha estudiado, la Formación Profesional está infravalorada y no existe una conexión universidad-empresa más allá de los puestos de dirección y de las escuelas de negocio.

 

P.: Volviendo a los robots, en su libro afirma que “cualquier exceso tecnológico será mejor que cualquier exceso humano” y que “los excesos de una máquina se pueden acotar y corregir”. Pero, si los humanos identifican los parámetros que rigen a estas máquinas, ¿no es un círculo vicioso?

R.: Mientras sean las personas quienes doten de inteligencia artificial a las máquinas, del mismo modo que existe un Putin o un Hitler, habrá máquinas que operen de una forma determinada. Pero no creo en la autolimitación, confío en buenos sistemas jurídicos y una legislación actualizada a los tiempos actuales.

 

P.: Cada sociedad cuenta con unos valores determinados. ¿Tendría que existir un consenso global que determine la conducta de los robots?

R.: Soy más bien contrario a los consensos. Los cambios se aceleran demasiado rápido y cada país tiene sus propios valores. Cada país tendrá que hacer su trabajo. Los consensos globales son muy difíciles de aplicar, la buena voluntad está bien, pero es difícil llevarla a la práctica.

 

 

 

 

 

 

P.: ¿El ciudadano ganará autonomía con las nuevas tecnología?

R.: Si, pero a veces somos demasiado olvidadizos. Cuando era pequeño, mi madre me decía que me quedaría con la cabeza cuadrada de tanto ver la televisión. Y estoy seguro de que a ella le ocurrió lo mismo con sus padres cuando salió el teléfono. La tecnología avanza y las sociedades se asustan. Al final todo se resume a la educación. Si no quiere que su hijo utilice el móvil, edúquele y explíquele porqué. Sino es como si cedieran la educación a una tercera persona.

 

P.: Volviendo al laberinto, ¿será posible salir de este con el constante avance de la tecnología?

R.: Por supuesto, la humanidad ha ido salvando todos los problemas con los que se ha encontrado. Hay que ser positivo, cada vez hay menos pobreza y menos desnutrición. El foco debería estar en que todas las personas tengan las mismas oportunidades.

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